20 de marzo de 2010

5 - Casi Navidad


El día en que les dieron las computadoras a los niños fue la culminación de un proceso singular. Desde hacía varias semanas se respiraba inquietud. Los rumores lo invadían todo, rescato algunos de los más persistentes:

- Que no habría máquinas para todos y debido a esto se las darían solamente a los alumnos de conducta sobresaliente (argumento usado por algunas maestras en un inútil intento de frenar el nerviosismo que no dejaba estar quietos a los niños).
- Que las computadoras que entregaban habían sido desechadas por otros países europeos, porque no servían, eran inútiles y en poco tiempo estarían obsoletas, por lo que no valía la pena ni aprender a usarlas (sospecho que el principal foco de este rumor era el subdirector, enémigo acérrimo del Plan Ceibal, del presidente Tabaré y de los sindicalistas).
- Que a los niños a los que dieran XO les quitarían el acceso al Plan de Emergencia (esto causó que un grupo de madres indignadas asegurara que no aceptarían que se entregara la computadora a sus hijos, le costó mucho a la directora convencerlas de lo contrario).

Como nuestra escuela es pequeña, se programó toda la entrega en el mismo día. Me ha comentado Nacho que se están repartiendo mil doscientas máquinas por día, o sea que lo nuestro fue apenas una migaja de ese pastel.

Fue hace varios meses, pero recuerdo algunos detalles con mucha precisión. Desde una furgoneta amarilla los voluntarios comenzaron la descarga de cajas. En el patio se habían dispuesto seis grandes tablas sobre caballetes, de modo que delante de cada una de ellas se ubicaran en fila los niños con su maestra.

Con una eficiencia militar, tres voluntarios se ubicaron detrás de cada mesa, y mientras uno registraba los datos de la cédula de cada niño, el segundo abría la caja, verificaba el contenido y colocaba la batería, para terminar la entrega asociando la cédula del niño con el número de serie de la máquina. Teniendo en cuenta el hormigueo imperante en las semanas anteriores, todo el proceso transcurrió con una calma asombrosa.

La actitudes de los niños al recibir su XO eran muy diferentes: Antonio la miró con calma, casi con indiferencia, y la guardó en su mochila como si fuera un juguete más. Laura no pudo contener una sonrisa triunfadora, como si hasta último momento hubiera dudado de que realmente le tocaría a ella, y Miguel, apenas se la entregaron, comenzó a observar cada detalle de la máquina con devoción.

Esa tarde en el recreo tuvimos, luego de sortear a los pocos privilegiados que podían enchufarlas, cumbias a todo volumen bajo el alero, sesión de fotos de las plantas del jardín para los de tercero, que estudiaban la fotosíntesis, y filmación de los renacuajos de la pecera de quinto para la clase abierta de ciencias biológicas.

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