12 de marzo de 2010

3 - Dulces sueños


Algunos padres no saben cuán a menudo los niños son transparentes. Cuando una madre intenta contarme una penosa situación familiar, balbuceando y mirando hacia otro lado, siento la tentación de decirle que no se preocupe, que su hijo de cinco años ya me lo ha contado de varias maneras diferentes. Con palabras o sin ellas.

A los chicos de esa edad se les pide que se dibujen a ellos mismos y a su familia. De acuerdo a cómo representan la figura humana, se ve la evolución de su madurez a lo largo del curso, y cómo van incorporando elementos y haciendo cada vez más completa su imagen de las personas.

Revisando una serie que habían hecho los de cinco años, me llamó la atención el trabajo de Tomás. Los había dibujado durmiendo, lo que no es habitual. Toda la familia en la misma habitación, los padres en una cama y los cuatro niños en otra. Su mamá, cuya figura era mayor a la del resto de la familia, parecía flotar sobre todos, ya que estaba elevada sobre la superficie de la cama. Sin embargo, yo que la veía a diario porque traía a sus tres hijos menores a la escuela, me había fijado en que caminaba sin levantar casi los pies del suelo, como si cada paso le costara un esfuerzo mayor a las fuerzas que le restaban.

Otro detalle me dejó intrigada al seguir observando el dibujo de Tomás.

Una voz ansiosa preguntó: - ¿Está lindo? - No me había dado cuenta de que el niño estaba a mi lado.

- Claro que sí. - le respondí. - Me gusta mucho. Pero quiero preguntarte algo que no entiendo. -

Tomás me miró, creo que algo arrepentido de haberse detenido, al ver que los demás chicos salían a toda velocidad hacia el patio del recreo.

- Aquí, en la cama con tus hermanos, veo que tú estás durmiendo con tu oso de peluche, no?
- Sí, siempre duermo con Camilo.
- Éste de acá, ¿quién es? - volví a preguntar, señalando una figura, un poco más grande que la de Tomás.
- Es mi hermano Rubén.-
- ¿Y qué es lo que tiene agarrado?

Era un objeto de forma regular, pintado de blanco y verde.

- La XO – me responde Tomás.
- ¿Duerme con ella?
- Siempre.
- ¿Tanto cariño le tiene?
- Bueno, eso también. Pero es que tiene miedo de que el Oscar se la robe. Es mi hermano más grande - me explica con paciencia. - Papá lo rezonga siempre, pero ni caso le hace. Vende todo lo que puede, para comprar pasta base. Por eso es que la cuida, hasta de noche, y no la suelta nunca. -

Como vio que yo me quedaba en silencio y no preguntaba más, aprovechó para salir coriendo al recreo. Y yo entendí los pasos cansinos y la mirada opaca de la madre de Tomás.

2 comentarios:

  1. Yo voto por este cuento, me gusta mucho.

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  2. tal cual!! me llega mucho esto!! es así: para muchos es su más valorada posesión.
    Muy bueno!!!

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