24 de junio de 2010

15 - Tablas y defensa siciliana


El subdirector está furioso. Su guerra contra todo lo que está pasando en la escuela no está teniendo demasiado éxito. Comenzó diciendo que todo esto era una jugada política para ganar elecciones a fuerza de populismo, pero ahora se quedó sin argumento porque ya hay un nuevo gobierno. Siguió con que las computadoras no funcionaban, que se iban a romper todas en poco tiempo y que todo el Plan sería breve como un suspiro. En esto algo de razón tiene, se rompen mucho, dicen que un veinte por cierto, que están estudiando por qué sucede esto, pero el sistema para enviarlas a reparar y recibirlas arregladas funciona con bastante eficiencia, así que el segundo argumento tampoco ha funcionado.

Ahora se ha dedicado a batallas particulares, con cada una de las maestras, llenándoles la cabeza y tirando abajo las posibles ventajas didácticas y de aprendizaje que pudiera incorporar el uso de las XO. Como decía Goebbels, experto en propaganda, una mentira repetidas infinitas veces se convierte en verdad. Y él insiste, y la verdad es que sabe argumentar bien y con seguridad, con lo cual veo que a algunas de las maestras las deja bastante convencidas.

El subdirector ama jugar al ajedrez. Cuando era joven, dice que lo hacía por correspondencia, o sea que tenía un tablero con la partida en su casa, movía una pieza, escribía la jugada en una carta y la enviaba por correo, su contrincante lo mismo y entre una jugada y otra pasaba quizá una semana o quince días. A mí no me entra en la cabeza esto, me consumiría la impaciencia, pero él insiste en que es cierto. Afirma que en mil novecientos setenta y seis jugó contra un campeón argentino y la partida resultó en tablas (que en ajedrez parece que quiere decir empate). También cuenta siempre que era un especialista en la defensa siciliana, a saber qué quiere decir eso.

Antes de ayer, a la hora de la salida, coincidí con él en la escalinata que está en la puerta de la escuela. A veces caminamos un par de cuadras juntos porque yo paso por la panadería y la casa del subdirector queda unos metros más lejos. Ya sabía yo que el tema sería el de siempre, y efectivamente empezó como era previsible:

- ¿Sabés lo que me enteré hoy por un amigo que es periodista en Montevideo?- comenzó. Siempre tenía amigos en los sitios claves, que se enteraban de verdades profundas.

- ¿Qué? – pregunté educadamente, dispuesta a escuchar la última teoría acerca del desastre que era lo de las XO en las escuelas.

Sentados en la vereda y recostados contra el muro, dos chicos estaban con las computadoras sobre las rodillas. Cuando pasamos junto a ellos, una de las voces voz infantiles dijo casi gritando:

- Jaque al rey.

El otro se quedó mirando la pantalla unos instantes pero casi enseguida respondió con seguridad, pulsando una tecla y con tono triunfante:

- Tu reina está a punto de caramelo.

El primero se quedó pensativo y concentrado.
El subdirector los miró unos instantes y me di cuenta que se moría de ganas de quedarse junto a los chicos y decirles algo. Pero se dio cuenta de que iba conmigo, se contuvo y siguió caminando. Hicimos todo el camino en silencio, y nunca supe qué era lo que le había contado ese día el amigo periodista de Montevideo.



9 de junio de 2010

14 - Las tortugas ya no son lo que eran


Cuando yo era chica, mi madre me ponía siempre las canciones de María Elena Walsh. Tenía varios cassettes y un aparato portátil, que llevaba del cuarto al living. Mis otras amigas escuchaban a Menudo o una canción muy tonta que en el estribillo decía “pajaritos a bailar”, o algo así, pero casi ninguna conocía El Twist del mono liso o La reina Batata. Mamá me decía que María Elena podía acompañarme durante toda mi vida, de niña con una flor y otra flor celeste, y de grande con Serenata para la tierra de uno. Todavía no he comprobado si tiene razón, no he escuchado aún esa canción, pero voy viendo que puede ser, que cada vez lo que me dice parece que lo entiendo mejor.

Entre las que más me gustaban estaba La tortuga Manuelita. La letra, ahora que lo pienso, habla también de los que se van lejos buscando algo que nunca van a encontrar, y que regresan como se fueron, o quizá un poco más gastados. Pero éste es otro tema, y lo que voy a contar aquí se refiere a la tortuga de las XO, o sea el Turtle Art. Es el programa con que dibujan los niños en las computadoras, y es el favorito de los más chiquitos.

Con el mouse y eligiendo los colores y las formas, hacen cosas fantásticas. Algunos están horas dibujando y pintando, llenando la pantalla de siluetas y contornos. Me fascina ver cómo Ana lentamente va completando los detalles con minucioso cuidado, hasta la flor más minúscula de un paisaje desbordante y en cambio Manuel dibuja a un ritmo enloquecido, borra, enseguida llena la pantalla con otro cuadro a toda velocidad, borra y vuelve a comenzar. Me imagino la pobre tortuga, mareada con tanta exigencia.

Pero lo que quiero compartir, es lo que ayer me comentó Jonathan cuando le pregunté qué es lo que más le gusta de dibujar en la XO. Me dijo con sencillez:

- Que no importa si mi madre no me puede comprar hojas o si no tengo lápices o crayolas. Ahora puedo dibujar siempre-