19 de abril de 2010

9 - Agencia de empleo Ceibal


Me gusta cuidar el recreo. Es una tarea a la que todos escapan. Hay que estar media hora, a veces con un frío inclemente, otras bajo un sol agobiante, caminando por el patio, vigilando a los chicos e intentando que no se lastimen o separando a los que pelean. Sin embargo, yo prefiero eso a estar intercambiando chismes encerradas en la salita de los maestros, y como las demás lo saben me piden para cambiarme sus turnos a cambio de algún favor o simplemente poniendo una excusa. Como resultado, yo soy la que con más frecuencia hago las rondas por el patio de la escuela.

Desde hace unos meses se ha formado un nuevo grupo: el de los niños que salen al recreo con sus XO y aprovechan esa media hora, en la cual no hay tanto uso del ancho de banda disponible, para bajar los archivos más pesados: música, fotos y videos. Muchas veces me acerco a ese grupo y lo que veo siempre me asombra, les cuento aquí algunos casos:

Un niño de cuarto año estaba armando un álbum de fotos: cuando vi que en una de ellas había una muchacha con vestido de novia, me contó que su prima no tenía dinero para el fotógrafo y él lo había hecho como regalo de boda de su familia. Ahora las estaba clasificando y retocando, encontró en Internet un programa para editar con formato de álbum profesional. Me lo podía imaginar, el día del casamiento, pidiendo a los invitados que posaran para la foto, y él parado delante, armado con su máquina verde y blanca.

Al ver en una pantalla un plano dibujado, Javier me contó que su padre es albañil: el niño le dibuja el plano de la habitación o casa que tiene que reformar, respetando las medidas, y lo usa para explicarles a los clientes más claramente el arreglo a realizar. Les lleva también el presupuesto hecho en la computadora e impreso prolijamente. Javier cuenta con orgullo que gracias a él su padre gana más dinero: es que con su ayuda ha evitado muchos malentendidos, y éstos siempre acarrean que los clientes no le quieran pagar todo su trabajo.

Ana también quiere contarme lo suyo: es una niña de quinto año, con una mirada inteligente y tranquila. Lleva las cuentas del almacén de su madre y todas las noches se sientan juntas un rato, pasan las ventas y las compras a proveedores, calculan la ganancia del día, y los fines de semana le dedican más tiempo y hacen la previsión de gastos e ingresos. Su madre le paga cien pesos al mes por esta ayuda y a fin de año se quiere comprar la bicicleta.

Me vuelvo a clase con una sonrisa, me cruzo con la maestra de quinto, que me dice al pasar: Sos masoquista vos, no entiendo cómo te puede gustar tanto cuidar el recreo...

1 comentario:

  1. ¡Qué lindo cuento! Muy inspirador. Parece que las computadoras no son sólo para los niños. Me encanta la idea de que puedan ayudar a sus padres y se sientan útiles.

    Saludos

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